Leche en la infancia
y adolescencia
El lactante y el niño pequeño reciben
su alimentación láctea por medio de la lactancia materna, las leches infantiles,
o de la leche de vaca por encima del año de edad.
Una ingesta de 2-3 raciones diarias de
leche de vaca contiene la mayor parte de las necesidades de calcio en el niño
mayor de 2 años, ya que su concentración es alta (unos 110 mg/100 ml). También
es una fuente importante de vitaminas del grupo B, además de proveer aportes
relativamente altos de vitamina A, grasas, hidratos de carbono y magnesio. La
leche abastece al organismo en desarrollo de proteínas de alto valor biológico,
lo que garantiza durante este período un aporte de aminoácidos esenciales en
cantidades suficientes.
En la adolescencia, el consumo
excesivo de alimentos de la calle -que suelen ser hipercalóricos, ricos en
sodio, grasas saturadas y pobres en fibra-, de refrescos azucarados y bebidas
alcohólicas, se suman con frecuencia a un balance deficitario de calcio y a esa
exigencia incrementada de proteínas de alto valor biológico. En ese mismo sentido,
una dieta con bajo aporte proteico disminuye la absorción intestinal de calcio,
lo que en mujeres jóvenes con dietas hipoproteicas mantenidas se ha asociado al
desarrollo de hiperparatiroidismo secundario.
Estas deben considerarse razones suficientes
para que desde la propuesta de una dieta saludable, los pediatras aconsejan al
niño de cualquier edad, el consumo diario suficiente de leche y de sus
derivados, para alcanzar el aporte necesario de calcio y de otros nutrientes fundamentales,
completando de manera adecuada su crecimiento y desarrollo (Tabla II).
Leche en embarazo y
lactancia
Tanto la gestación como la lactancia
son situaciones fisiológicas que demandan una cantidad adicional de energía y
nutrientes, cuando se compara a la mujer sana en etapas no reproductivas. Las
necesidades diarias variarán dependiendo del peso de la madre antes del
embarazo, del nivel de actividad física y de que sea un embarazo único o
múltiple. Se estima que la mujer embarazada o lactante precisa alrededor de 71
gramos de proteína diariamente y entre 1.000 y 1.300 mg de calcio. La leche es
también buena fuente de riboflavina.
Estas recomendaciones se traducen en
consumir 3 raciones diarias de productos lácteos durante el embarazo y la
lactancia.
La limitación -o la evitación- en el
consumo de leche comprometen la calidad de la dieta de la madre y, puede
dificultar que consiga niveles adecuados de vitamina D, calcio, proteínas o
riboflavina. Cuando se comparan cohortes de mujeres que hacían restricción importante
de lácteos durante el embarazo, se encuentra una disminución significativa en
el peso del recién nacido al nacimiento y en 2012, se publicó una revisión sistemática
de la literatura que confirmó que el peso al nacimiento, era significativamente
mayor en el grupo de madres con consumo regular de leche, al comparar con el de
menor consumo. El mayor consumo de leche se asocia también a una disminución del
riesgo de que el recién nacido sea pequeño para su edad gestacional.
La lactancia requiere un aporte mayor
de energía y nutrientes en la dieta. Las necesidades de proteínas, vitaminas A,
C, E, B6, B12, folato, niacina, riboflavina, y tiamina, y de los minerales
iodo, selenio y zinc están aumentadas. No ocurre así para las vitaminas D y K, ni
para minerales como el calcio, el flúor, el magnesio o el fósforo. Por lo
tanto, no existen recomendaciones específicas en relación con el consumo de
lácteos durante la lactancia, manteniendo la recomendación de consumir 3
raciones diarias.
Leche en la tercera
edad
El papel de la leche en la nutrición
de los ancianos ha sido motivo de gran interés en los últimos años y, en
especial, tras la publicación de un meta-análisis en 2011 que concluyó que el
consumo de leche si bien no se asocia con la mortalidad total está inversamente
asociado con el riesgo global de enfermedad cardiovascular, que es la mayor
causa de mortalidad.
Particular importancia tiene el aporte de
vitamina D (leche enriquecida) en el anciano al haberse descubierto numerosos
end-points que demuestran la multiplicidad de sus efectos sobre sarcopenia,
diabetes, depresión, cáncer, rendimiento físico, aspectos cognitivos y
fracturas lo que unido a su habitual deficiencia ha llevado a incrementar las
recomendaciones de ingesta en los últimos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario